Lo justo es pagar tus aplicaciones
A veces nos falta perspectiva a la hora de lo que valen las cosas, si bien cada uno asignamos un precio que nos parece razonable a los artículos de consumimos, hay unos mínimos comunes que no creo que nadie pueda rebatir.
Tengo mi iPhone con Jailbreak (más por la personalización que por otra cosa), y he probado todas las aplicaciones que utilizo sin haberlas pagado (esto es algo a resolver en la AppStore: debería haber una fase de prueba de cada aplicación antes de comprarla, algo tipo que te la instales y si a los 2 días sigue instalada, entonces se produzca el cobro), pero una vez utilizo con regularidad una aplicación, la pago.
¿Porqué la pago?
Porque se cumple los requisitos que considero indispensables para la distribución y venta de artículos digitales (y no digitales): disponibilidad y precios razonables.
Cualquier plataforma software (en este caso sistemas operativos para dispositivos móviles) depende de sus aplicaciones, que son las que definen que podemos hacer y que no con nuestro dispositivo (por eso RIM se está hundiendo, y fue uno de los factores para que Symbian devaluase a Nokia). Si queremos que empresas y programadores en casa dediquen su tiempo y recursos a crear nuevas aplicaciones, y a mejorar las que ya utilizamos, debemos participar de ese proceso, y nuestro papel es pagar.
No estoy hablando de pagar grandes cantidades, basta entrar en la AppStore para ver que con menos de lo que cuesta un café pagamos muchas de las aplicaciones (un café, una cerveza, una cajetilla de tabaco… Y si subimos el listón, esa última copa que pagaste en el garito de moda es lo que cuesta un par de aplicaciones…).
Os recomiendo la lectura de «Piratas de 0,79€«, donde se comenta con mayor detalle todo esto. Al final es sencillo: entre la mal educada industria que quiere cobrar precios exagerados y el mal educado usuario que pretende el «todo gratis», existe un término medio, que es el necesario para que todos salgamos ganando.
Como estoy estrenando iPad, quería compartir que aplicaciones he pagado durante estos días:
- Echofon Pro for Twitter: me gusta que tiene menos efectos que la aplicación desarrollada por Twitter (que me parece un poco recargada de más), y que puedo utilizar Flickr como almacén de las imágenes que incluyo en mis tweets.
- Instapaper: donde voy almacenando mis cosas pendientes por leer (directamente desde Twitter, o con su complemento desde el Firefox). Desde el iPad puedes acceder perfectamente desde el Safari, pero con la aplicación ganas la posibilidad de leer lo que has guardado sin estar conectado a Internet.
- AVPlayerHD: reproductor de vídeo, para no tener que recodificar los vídeos en DivX para poder verlos (es tremendo que Apple no incluya un visor de vídeos así propio en iOS). Permite reproducir los vídeos en pantallas externas, así como obtenerlos a través del Wi-Fi (no reproducirlos por streaming).
- FileBrowser: un explorador de archivos, especialmente para acceder a ficheros a través del Wi-fi (otra importante carencia de iOS no incluya esto).
- Fruit Ninja HD: uno de los juegos «casuales» que más me gustan.
- NFS Shift 2: típico NFS.
Y entre todas han supuesto unos 15€ (y eso que las aplicaciones para el iPad son más caras que las del iPhone). Sin perder de vista las posibilidades de cada uno, no pagar este tipo de aplicaciones es una mezquindad.
Gran aproximación a esta realidad. No hay nada como la experiencia personal para ilustrar el por qué es necesario aportar a los modelos de negocio de futuro.
Un saludo y muchas gracias por referenciar mi artículo de Piratas de 0,79€.
¡Hay que dar ejemplo! 😉
«Piratas de 0,79€» fue un éxito merecido, refleja a la perfección una triste realidad…
Estoy totalmente de acuerdo contigo.
Por cierto, en la Appstore de Android sí que puedes comprar las aplicaciones y devolverlas antes de 24 horas si no estás satisfecho. Me parece una buena solución.
Pues sí que lo es.
En la de Apple tienes que hacerlo desde fuera de la Appstore… sería tan simple como añadir un «Devolver» en las aplicaciones compradas durante X tiempo desde la fecha de la compra, para que fuese igual de fácil devolverla que comprarla.